sábado, 16 de marzo de 2013

Diario de un extraordinario viaje



América y yo planeábamos hacer un Piqui-Niqui desde ya hacía algún tiempo: hablábamos de lo que llevaríamos para el viaje. Le prometí que llevaría globos y algunos juguetes para pasarla bien durante el Piqui-Niqui. Ella acordó que llevaría algunos disfraces con su respectiva indumentaria.
Llegó el día del Piqui-Niqui: habíamos planeado hacerlo en el Monte de Venus a lo cual a ella le encantó la idea. El Monte de Venus es un lugar muy atractivo para cualquiera que desee hacer un Piqui-Niqui ahí. Cerca de ahí hay una veredita que nos lleva a las Colinas de Palo Dado, el cual acordamos que sería genial recorrer la vereda y llegar a esas colinas. Desde ahí, la vista era espectacular, se podía ver una planicie que se extendía de norte a sur. Al norte se alcanzaba a ver un bello paisaje llamado La Cabellera de la Bella Durmiente.
Cómo después de estar en Monte Venus, América prefirió que yo explorara solo las Colinas de Palo Dado porque se encontraba un tanto agotada. La vereda me resultó corta de tal forma que pronto estuve en las colinas.
Estando en las colinas, América me llamo por radio y me pidió que si me gustaría llevarla a las Montañas Pecho. Llegué una vez donde se encontraba América, se sentía emocionada de que yo hubiera ido a las colinas.
Salí para Montañas Pecho, a una velocidad de 69 kilómetros por hora. El viaje fue corto.
Como ella era estudiante de Palontología en ese viaje ella encontró hermosas y sólidas formaciones de estalactitas apuntando al cielo. América se detuvo a hacer algunos estudios de Palontología y tocar esas sólidas formaciones. América se extasiaba con esta parte del viaje y a mí me hacía feliz que lo hiciera.
Algo importante de mencionara aquí fue que cerca del Monte de Venus, había un oasis al cual se llegaba a través de una especie de maleza. Ya en el oasis, yo me extasiaba de placer pues los aromas que de él brotaban eran como rosas. Oasis es un bello sitio, rodeado por maleza y ya estando ahí el Monte de Venus se veía en todo su esplendor.
Habíamos viajado por bellos paisajes y sitios formidables que ya nos encontrábamos algo cansados y decidimos tomar una siesta después de este gran Piqui-Niqui.

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